Somos los alumnos de 1º de Infantil del Colegio ValdeSerra (Los Koalas) y hace unas pocas semanas, en la asamblea, nuestra seño nos dijo que tenía una sorpresa para nosotros y que nos la enseñaría cuando terminásemos las tareas y si nos portábamos bien. Todos nos sentimos entusiasmados con la noticia y queríamos saber más sobre la sorpresa así que, después de preguntarle en varias ocasiones, la maestra nos dijo: -“sólo os diré que son loritos enanos, pajaritos que aún son bebés, toman papilla y no podemos hablar con la voz muy alta porque se asustarían mucho”-; entre asombro y repletos de dudas y, puesto que no pretendíamos que los pajaritos se asustaran, a algunos nos dio la risa y otros querían continuar haciendo más preguntas pero todos lo hacíamos con voz suave y, entre las carcajadas y el murmullo se escuchaba -“¿papilla?”-, -“¿bebés?”-, -“¡anda, ha dicho pajaritos!”-, -“no se puede gritar porque se asustan”-…

Hicimos las tareas especialmente motivados ese día porque estábamos ansiosos de descubrir la sorpresa que la maestra nos había prometido. Cuando finalmente todos acabamos nuestros ejercicios de clase nos dijo: -“bueno, como habéis trabajado muy bien como niños mayores voy a traer a los pajaritos para que los veáis pero no olvidéis que aún son bebés y no podemos hablar fuerte”-, -“nos quedaremos en nuestras sillas para no asustarlos”-. Pasado unos instantes, tras dirigirse al aula que hay enfrente de la nuestra, la maestra regresó con dos cajitas de zapatos y todos nos quedamos en silencio y en nuestros sitios a pesar de que algo en nuestro interior quería levantarse y ver de cerca lo que contenía esas cajitas, pero no olvidábamos que no queríamos que “los bebés” se asustaran. Antes de abrir las cajas la maestra nos dijo que cuando son tan pequeñitos no pueden estar juntos porque han de acostumbrarse al cariño de la persona que le da la papilla, pues es “su mamá”, y si están juntos desde tan pequeñitos se cogen cariño el uno al otro y ya no quieren comer la comida que les diera “su mamá” ya que desconfiaría de ella.

Por fin abrió una de las cajas y de allí sacó a un pajarito chiquitito que aún no tenía muchas plumas, lo colocó en su mano y con la otra comenzó a darle de comer papilla con la ayuda de una jeringuilla; todos estábamos impresionados de ver que el pajarito no se iba volando y dejara que una persona le diera de comer. Mientras nuestra maestra lo alimentaba nosotros estuvimos escuchando con gran atención algunas curiosidades que nos contaba sobre estos pájaros: nos dijo que esos pájaros se llaman “agaporni” y que esto en otro idioma (griego) significaba pájaro del amor, algunas personas también los llaman “inseparables” porque desarrollan mucho cariño por las personas o pajaritos que viven con ellos y hay que darles mucho amor, besitos y cariño porque de lo contrario se pueden poner muy malitos; otras personas también los llaman “papilleros” porque de pequeñitos comen papilla.

Después de dar de comer al primer pajarito, la maestra lo metió en la caja y nos dijo que, como aún era pequeño, teníamos que dejarle dormir la siesta como hacemos nosotros cuando volvemos del comedor. Fue entonces cuando abrió la segunda caja y de allí sacó a otro pajarito pequeño al que también comenzó a dar de comer, algunos de nosotros teníamos muchísimas ganas de ver al pajarito de cerca y poderlo tocar, así que la maestra nos dijo que nos sentáramos en la alfombra sin hacer demasiado ruido y nos dejaría verlo de cerca y tocarlo. Todos seguimos las instrucciones que nos habían dado y, mientras la maestra pasaba el pájaro para que todos pudiéramos verlo, algunos de nosotros comenzamos a contarle que también tenemos pájaros en casa e incluso le dijimos los nombres que tienen; de repente a nuestra maestra se le ocurrió algo y nos dijo: -“¡tengo una idea!”-, -“estos pajaritos no tienen aún nombre así que podríais ayudarme a ponerles uno”-, cada uno fue diciendo un nombre y finalmente decidimos que el más grandecito se llamara “Pequeñeque” y el pequeñito “Chiqui”.

Tras ponerle los nombres nos echamos algunas fotos con los pajaritos, antes de dejarlos en su cajita para dormir la siesta, la seño nos explicó que si le damos mucho cariño y tenemos mucha paciencia podemos enseñarlos a decir alguna palabra o a silbar alguna canción sencilla.

Cuando vinieron nuestros papis a recogernos por la tarde a ninguno de nosotros se nos olvidó contarle la gran sorpresa que nos había dado la maestra y lo mucho que habíamos disfrutado; desde entonces, en la clase, cuando hablamos con la voz un poco fuerte, algunos nos acordamos de los pajaritos y recordamos a los demás que “no se habla fuerte porque los pajaritos se asustan”.